Existen unas 85.000 posturas (asanas) de yoga según los antiguos textos yóguicos. Se dice que de todas, 84 son las posturas más importantes. Por otro lado, casi todas las posturas se pueden practicar con variantes para convertir la asana en más asequible o en más retadora.
Un día consultando el manual de asanas en el apartado de las posturas sentadas, me llamó la atención el nombre de una de ellas: swastikasana.
La postura en sí no tenía un interés especial ya que se parece a sukhasana o siddasana, posturas de suelo en las que se puede meditar cuando nuestra mente está preparada para ello.
Pero efectivamente la nomenclatura de la asana es lo llamativo ya que está formada por dos morfemas: swastika junto con asana (postura). Etimológicamente estas palabras sánscritas significan postura auspiciosa. Es decir que esvástica en origen significaba buena fortuna.
Lamentablemente los nazis se apropiaron de este símbolo otorgándole el horrible significado que tiene hoy para la mayoría de la gente: al ver este símbolo aparece en nuestro imaginario toda clase de atrocidades. En 1920 empezaron a utilizar este símbolo con el pequeño matiz de que lo rotaban 45º. Según ellos, era el símbolo de la supremacía de la raza aria.
No obstante, este símbolo tiene 6.000 años de antigüedad y es originario de India y Nepal. Su primera mención es en los Vedas, textos sagrados del hinduismo. Se puede encontrar en numerosos templos y también en mudras que se realizan con las manos para representarlo. En las representaciones del dios Ganesha, mitad hombre mitad elefante, también se suele incluir la esvástica. En el plano más terrenal, se encuentra también en la puerta de tiendas o viviendas, ya que simboliza buena suerte.
Es paradójico el significado antagónico que puede adquirir una representación simbólica. O mejor dicho el mal uso que se le ha dado a la esvástica por parte de ese grupo de personas sanguinarias, pasando de representar algo sagrado, espiritual, lleno de buenos augurios para ser el emblema del odio y el genocidio.